Cuenta la web de la Fundación Germán Sánchez Ruiperez que un empleado de la British Library llamó la atención al periodista Joh Gapper que acababa de tuitear una foto de un acto en al que asistía en esa biblioteca. El motivo, que infringía los derechos de autor.
Lógicamente el periodista se quejó señalando lo absurdo del argumento. El hecho ha provocado reacciones de todo tipo, lo que ha movido a la biblioteca a que en comunicado oficial alegar que las personas que aparecían en la foto no habían dado su consentimiento. Se les olvidaba que era un acto público y que aparecer accidentalmente en una foto con una finalidad informativa es una excepción a esa regla del consentimiento.
La anécodota, además de señalar el lío que suele haber en general con los derechos de autor que hace pensar que sirven casi para cualquier cosa, es un signo importante de una situación que también se repite en España: las grandes instituciones culturales aún no han entendido que el patrimonio cultural que custodian es público y que deben facilitar su acceso así como su uso.
Un ejemplo: el Museo del Prado debería tener una base de imágenes de todo su fondo con calidad suficiente para que investigadores y editores puedan usar y difundir nuestro patrimonio. Todo ello sin trabas ni tasas. Evidentemente, nada de esto existe.
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